Sabido es que en la casa de un coleccionista, ninguno más de la familia comparte la afición. Dicho así, a grandes rasgos y generalizando, por cuanto existen también escasas aunque muy valiosas colaboraciones entre conyuges, o entre padres e hijos. Siempre que hemos hablado con veteranos coleccionistas, la mayoria hombres aunque la tendencia se está equilibrando en los últimos años, corroboran esta afirmación inicial, si bien por otra parte están satisfechos de que no se metan con ellos y los dejen tranquilos, especialmente sus señoras. En contrapartida, éstas valoran por encima de todo el hecho de que sus parejas no “callejean”, que no son clientes habituales de bares y demás tertulias, y que sus ratos de ocio los aprovechan generalmente para ordenar sus “pequeños tesoros” y haciendo vida casera y familiar, lo cual no quiere decir que sean gente insociable, ni mucho menos.
Decíamos en algún artículo anterior que la época vacacional se presta a que por disponer de más tiempo aprovechemos para ordenar nuestras cosas y dediquemos unos momentos que quizás en otras estaciones son más escasos. No obstante y cualquiera lo puede comprobar, a veces es insuficiente y necesitaríamos dias de 40 horas, como mínimo.
En nuestro caso particular, en alguna ocasión nos han ofrecido becarios/as para ayudar en esta ardua tarea, en absoluto mercantil o profesional, ya que como también hemos comentado por aqui, no recibimos ninguna ayuda material ni económica -tampoco la hemos solicitado-, y sólo vemos gastos. Para un/a estudiante, o incluso para algún licenciado/a en historia o en arte, sabemos que esto de meterse en un archivo privado y poder hojear, mirar y oler todo tipo de documentos, representa el mejor de los complementos para su formación académica y teórica. Quizás en un futuro inminente llegaremos a algún acuerdo en este aspecto, como sucede en otros entes, y nos acordamos del Archivo Gavín, donde su promotor y extraordinario coleccionista, el amigo Josep Maria, tiene la suerte de poder contar con un equipo en ocasiones de hasta treinta personas, que de forma totalmente desinteresada y esporádicamente, sin mayores obligaciones, le ayudan a tratar las decenas de miles de ejemplares.
De momento, el “becario” que tenemos es nuestro único nieto, Lluís, que acaba de cumplir su primer año de vida y que, ya caminando, a ratos nos acompaña, teniendo reservada su mesita con papel y lápiz para que dibuje, y esperando el pequeño “bandido” a que el abuelo salga de su vista para poder hacer de las suyas… coger y hojear a su manera álbumes y publicaciones. Un trabajo añadido éste de vigilar a la criatura, pero que como cualquier otro progenitor ejercemos con toda la ilusión, paciencia y cariño del mundo.
En atletismo se suele hablar de “la soledad del corredor de fondo”. Posiblemente ésta nuestra, como tantas otras por el estilo, sea eso, una carrera de fondo que en los próximos meses llegará a los 45 años, ¡vaya maratón¡, y que como las hormiguitas con perseverancia y sin descanso vamos consiguiendo algo, con el deseo de que se convierta en un patrimonio y un disfrute común. Así entendemos al coleccionista, aunque esté solo, pero que sea abierto y solidario.
Xavier