Ya hace un tiempo, y oportunamente lo comentamos aquí, una visita cuando marchaba de casa nos dijo, “Xavier, tengo la sensación de haber realizado un paseo por la historia”.
La persona en cuestión es licenciada en el ramo, y entonces además del halago, me la tuve que creer pues parecía que hablaba con conocimiento de causa. La historia la puede marcar cualquier documento, no importa su antigüedad e importancia, siempre que se trate de original de época y que hable de temas sociales o costumbristas al estilo de una pequeña acta notarial.
Quisiéramos incidir en este apartado de la originalidad. Podremos adquirir y disfrutar de reproducciones, láminas, o fotos de las mejores obras de arte de la historia; pero quedará en eso, en verlas, informarnos de como son, y poca cosa más. El coleccionista anhela poseer los originales de época -aunque una postal, por ejemplo, se haya reproducido mil veces en su momento, pero de la plancha original y con aquel papel de enconces que llegado a nuestros dias, su color, textura y olor nos informa casi al dedillo sobre su antigüedad, cuando no exista constancia de la fecha -.
Podremos ver por ahí, o nos podran ofrecer, copias actuales de postales de Casas, Mucha, Toulouse Lautrec, Picasso, Dalí, que valdrán 20, 30 céntimos; pero de ahí a contar con un ejemplar original, con sus 100 años a cuestas, aunque no sea el único, existe mucha distancia, y precio… Los coleccionistas avanzados huyen de las reproducciones como de la peste. No obstante y durante su trayectoria como tales y en el caso de compras telemáticas tan al uso actualmente, se habrán encontrado con más de una sorpresa, con un “gato por liebre” que les habrá servido para aprender y ser más precavidos.
Otro engaño y falta de respeto, las exposiciones: Solemos ver cuando visitamos una exhibición, copias y ampliaciones de fotografias, postales y otros documentos; unas copias que se ven superadas en valor por sus mismos marcos. Desde siempre huimos de esa práctica y somos partidarios de exponer los ejemplares originales, a pesar de los riesgos que ello acarrea, como mínimo de deterioro por la manipulación. Entendemos que es engañar y faltar el respeto a los visitantes, llenarles los ojos con copias. Podrán reproducirse las piezas y ampliarlas, cuando vayan destinadas a un cartel o un catálogo, pero en las vitrinas deben incluirse las originales, poseedoras, acreedoras de un trozo de historia en estado puro.
El caso de las postales antiguas circuladas es mucho más serio de lo que puedan pensar los profanos. Tengamos en cuenta que se trata de los efectos postales más completos, que han rendido un servicio a la sociedad, y que al cabo de los años nos aportan mucha información, tanto artística, como costumbrista.
Y rompiendo otra lanza en favor de los coleccionistas, cuando éstos se dedican al estudio, a la investigación, se pueden convertir en unos historiadores de primera magnitud, con una experiencia y una sabiduria igual o superior a la de los historiadores profesionales y que publican sus trabajos. Estos, aquellas personas que se meten en un archivo o una biblioteca, que hojean con toda su paciencia y mérito innegable montones de libros, pero que en muchas ocasiones no llegan a poder tocar con sus manos y a oler el papel antiguo, portador de las esencias de la historia y del patrimonio documental de los pueblos, siempre estarán en un plano inferior al de los coleccionistas, y propietarios por ende, del material històrico.
Este aspecto de la propiedad lo comentaremos próximamente. No es malo tener el afán de la posesión, siempre que sea controlado y consecuente con las posibilidades de cada uno. Se consigue además de la innata y humana satisfacción, recuperar, restaurar y conservar un patrimonio que otro dia podrá disfrutar la sociedad entera.
Xavier