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         Ya lo hemos comentado aquí en alguna ocasión: Somos totalmente partidarios de mostrar los originales cuando se organiza una exposición. Lo contrario, copias, ampliaciones y demás “apaños” entendemos que es una falta de respeto a los espectadores y emular el conocido dicho de “dar gato por liebre”.

        Siempre que hemos montado una exhibición cartófila o de cualquier otro tipo de documentos, hemos cedido desinteresadamente los originales, aún a sabiendas del riesgo que ello pueda comportar, como mínimo de deterioro de las piezas por la manipulación. Por otra parte, el ahorro para las entidades organizadoras u organismos públicos es impresionante, al no tener que recurrir a las copias y marcos, que es lo que de verdad cuesta dinero; y ni antes y menos ahora, estamos como para malgastar alegremente.

        Un pequeño documento, una postal antigua de 9 por 14 cm. si se mira de cerca se pueden observar sus detalles sin mayores problemas. Otra cosa es que a su lado, o como cartel de reclamo, se incluyan unas pocas ampliaciones de piezas escogidas y que verdaderamente informen del tema expuesto.

        El hecho de tratarse de originales y objetos impresos ya centenarios no quita que se pierda en plasticidad, en poder publicitario. Tengamos en cuenta que cuando hablamos de litografias, por ejemplo, aquellas impresiones de entonces suelen estar muy bien logradas y los colores ya “viejos” aportan una aureola de vida e historia -el poder de la imagen nunca morirá- . Otro motivo que llama sobremanera la atención de los visitantes a las exposiciones de este tipo es el carácter artesanal de tantas producciones que se suelen situar en la edad de oro de las tarjetas postales, los primeros años del siglo XX. Las artesanias no se pueden reproducir, así de claro. Enseñar ejemplares confeccionados en ropa, seda, madera, cuero, corcho, aluminio, celuloide, bordados y con apliques de lo más dispar, supera con creces a la mayor y más nítida reproducción.

      Y ya que hablábamos de economia, el tema -y el problema- de hoy en dia, añadir que una exhibición con material original y si se organiza con cabeza, no tiene por qué costar un euro a la institución pública de turno, siempre que se aproveche la logística propia como el local, vitrinas y propaganda que confecciona el departamento correspondiente. Contamos con una modesta experiencia en este aspecto – de varias décadas y docenas de exposiciones- , y podemos ofrecer todo género de detalles y ayuda.

     Trabajando con sentido común, imaginación y voluntarismo, la actividad cultural no tiene por qué mermar a pesar de los contínuos recortes presupostarios. Como dijimos públicamente en un Pleno municipal, “se ha acabado ya la barra libre…” ; y casi nos matan, metafóricamente hablando claro está. Los intereses creados pueden llegar a cargarse a los más honrados y generosos.

     Por todo ello, amigos seguidores del Catalunya Postal, recomendemos y reclamemos llegada la ocasión, que nos muestren siempre los originales. Que los visitantes a una exposición, seamos pocos o muchos y no importa la calidad de la misma, nos merecemos ese respeto. ¿Os imagináis una muestra pictórica a base de cuadros fotografiados, o de reproducciones baratas en láminas o incluso en litografias? . Lo dicho.

    Xavier