Cuando hablamos del coleccionismo que casi en su totalidad se basa en el papel impreso, siempre añadimos la coletilla de “popular”, por ser bien asequible y para diferenciarlo claramente de otras variedades prohibitivas (obras de arte, coches, joyas, etc.) No obstante y para quienes desconocen este ambiente lúdico y eminentemente cultural, expresaremos unos principios que desmontan algunos mitos sobre el coleccionismo, y que se pueden deber a la ignorancia y a la falta de información.
¿Caro? El coleccionismo popular no tiene por qué ser caro, ni tiene por qué precisar de dispendios econòmicos con los que no todos puedan contar. Es suficiente con recoger lo que otros tiran, como por ejemplo en el terreno de la filatelia, durante siglo y medio el primer hobby en todo el mundo. Lo más atractivo de los sellos de correos son los ejemplares usados, que han circulado. Una vez cumplido su servicio, unos los desechan, y otros los recuperan y aprovechan. No hay que pagar.
Por otra parte y teniendo en cuenta que como casi todo en esta vida tiene una estructura piramidal, en el coleccionismo popular y comenzando como debe ser por esa base tan amplia, de lo corriente y lo barato, a partir de ahí se pueden ir escalando niveles de acuerdo con los posibilidades de tiempo y materiales de cada uno, hasta llegar en algunos casos a unas especializaciones bien sonadas.
¿Ilustrado? Con los años y el estudio algunos coleccionistas sin base académica han llegado a realizar verdaderas tesinas doctorales. De entrada, no se precisa una instrucción, o ilustración. Esta es una de las excelencias del coleccionismo popular, que resulta asequible a todas las sensibilidades y capas sociales, y que aporta una cultura general inestimable.
¿Inútil? Nada de eso, en tanto que el coleccionar es enriquecedor, primero culturalmente y como sana distracción, y segundo como inversión por cuanto los objetos y toda clase de material siempre tendrán un valor, y llegado el caso podrán pasar a otras manos que paguen por él. Aquí radica una de las grandes ventajas: dineros gastados a fondo perdido, pueden llegar a recuperarse y con creces al cabo de un tiempo.
¿Obsesivo? Como todo en esta vida, las cosas tratadas en su justa medida y sin filias o devociones desmesuradas no tienen por qué ser nocivas, sino todo lo contrario como decíamos antes, con resultado de provecho cultural, de ocio, de relaciones personales e incluso y aunque no nos lo propongamos, de inversión. Ese fanatismo con el que se pueda etiquetar por ignorancia al coleccionista en general, podría ser extensible al mundo estudiantil, laboral, empresarial, deportivo…, cuando exista un afán de superación y de involucración que pueda llegar a ser enfermizo y daniño para la salud -la física y sobre todo la mental-. Lo ideal será dedicar un tiempo prudencial y de acuerdo con las propias disponibilidades, que tampoco tienen que ser a diario, y no descuidar los restantes deberes -familiares, personales, laborales…-.
¿Egoismo? Se han dado casos de algunos coleccionistas que no enseñan sus fondos por temor a que se los desgasten con la simple mirada…, aptitud por otra parte respetable. Pero la inmensa mayoria muestran y ceden desinteresadamente sus pertenencias, como por ejemplo a la hora de las exposiciones que periódicamente organizan las sociedades de coleccionismo, con unas actividades de mérito y bien loables. Igualmente los archivos los suelen ceder a instituciones públicas, a los medios de comunicación, y cuando escritores e historiadores los necesitan para ilustrar sus trabajos.
Xavier