A diferencia de lo que ocurre con los sellos, que anualmente cuentan con sus catálogos digamos oficiales en donde aparecen los precios para nuevos, usados y otras variaciones, y por los que se rigen el comercio y los cambistas, en el mundo de las tarjetas postales los precios los pone cada vendedor, a su libre albedrio, y entonces manda el mercado, la ley de la oferta y la demanda. La demanda, si se expresa de manera no suficientemente informada o responsable, es la que hace que los especuladores campen a sus anchas y se cometan abusos, que en ocasiones han hecho mucho daño a la cartofilia, llegando a “quemar” mercados con el afán de cargarse “la gallina de los huevos de oro”.
¿Cuánto vale una postal?. Esto sería poco menos que preguntarse cuantos granos de arena existen en una playa. Prácticamente imposible de sentenciar, así de entrada, sin conocer de qué tipo de ejemplar se trata. Hablando de piezas antiguas -los 100 años-, se pueden encontrar tarjetas por 10 céntimos, y de aquí para arriba, hasta una cota imprevisible. No todo lo antiguo tiene su valor evidentemente, pues las postales de las llamada “piedra”, que muestran fachadas de iglesias, santuarios, o bien paisajes, o costas sin ninguna animación, además de que se hicieron a millones, su visión no nos aporta prácticamente nada. Si acaso, tendrán algún atractivo por su reverso, si es que han circulado y ofrecen sellos y matasellos.
Con la globalización por otra parte, con la posibilidad de comprar en otras latitudes y mercados, quien cultive la temática ha entrado en un mundo nuevo, con extraordinarias posibilidades, y gastando mucho menos de lo que acostumbraba a hacer cuando caía en manos de un reducidísimo círculo.
Los precios se pueden aplicar de la manera más arbitraria, y cada vendedor tiene sus principios o filosofia comercial. Naturalmente que el material escaso y de calidad siempre tendrá un comprador, que puede llegar a pagar lo que vale y más, las ganas incluidas. No existe una regla, una norma general, aunque sí aproximada en según que temáticas y cuando las ediciones han sido masivas. Estaríamos escribiendo horas y horas y no tocaríamos todos los extremos. Sí que os pondremos el siguiente ejemplo:
Una postal de 380.000 euros. Este es el precio -540.000 dólares- que pagó la Fundación Dalí el mes de julio de 2009, en una subasta de la casa Sotheby’s de Nueva York, por una postal pintada por el genio ampurdanés el año 1931 y dedicada a Gala, con esta diminuta leyenda “Pour l’oliveta. Salvador Salí 1931”.
Sobre un soporte de 14 por 9, la medida standar de las postales de entonces y de las que poseemos un buen número de similares, pero pintadas por gente anónima y también impresas, Salvador Dalí pintó la cara de la que sería su musa, en medio de un collage en el que aparecen una langosta, un pájaro, caracolas, hormigas y la figura del gran masturbador.
Evidentemente que se trata de una pieza única y pictórica, pero una postal al fin y al cabo. Tenemos también una breve serie de postales dibujadas a mano por Apel.les Mestres, originales y sin copias impresas. ¿Llegaremos a encontrar algún original de Picasso, de Monet, de Toulouse-Lautrec…?
Xavier