Siempre se ha dicho que una imagen vale por mil palabras. Toda la prensa, tanto la diaria, como la periódica semanal en adelante, la de información general, y las revistas especializadas, basan buena parte de su gancho, y por extensión de su éxito, precisamente en las ilustraciones, en esas imágenes que llaman la atención y que en el formato, soporte o estilo que sea -fotografias, dibujos, pinturas, grabados, etc.- dan cuerpo a las publicaciones.
Tanto es así y si nos permite el lector una vivencia personal, que en otras temporadas en las cuales en el Diario para el que colaboramos nos solicitaban reportajes divulgativos y de claro sentido cultural o histórico, basábamos la principal fuente de información en las ilustraciones de nuestro archivo. Se daba el caso en ocasiones en que los temas que nos pedían los desconocíamos -vírgenes románicas del Pirineo, antiguas murallas de la ciudad de Girona, este o aquel otro personaje histórico… – , pero gracias al poder documental y de la imagen sobre todo, más la recogida de otros datos y nociones, podíamos llegar a redondear aquellos pequeños trabajos.
Otro ejemplo: En las 1.600 semanas que venimos publicando la sección de Filatelia y Coleccionismo en el Diari de Girona, habremos mostrado centenares de ilustraciones de todo tipo, algunas de actualidad cuando se trataba de la presentación de algún efecto postal, por ejemplo, pero la mayoria de ellas correspondientes a ediciones pretéritas, en ocasiones ya centenarias. Recordemos que la edad de oro de la tarjeta postal se situa en los años anteriores a la Primera Guerra Mundial, y con según qué ejemplares, aquellos de los llamados precursores, estaríamos hablando en estos momentos ya de 120 años. Sin contar con los primeros enteropostales, mucho más modestos en cuanto a la imagen toda vez que solamente llevaban impreso el franqueo, hasta que a finales de la década de los 1.880 ya aparecerían las ilustraciones, en forma de grabado y ocupando parcialmente el anverso de las tarjetas (recordarán que hasta 1904, según los países, no se partiría el reverso, a fin de proteger de escritos y otras manchas las ilustraciones delanteras).
Así pues, en cuanto a diarios, revistas, boletines y folletos, se puede decir que estamos bien surtidos. Ahora bien y llegados al terreno de la edición de libros, aquí cambia la cosa, a nuestro entender a peor. Es descorazonador para los que amamos la imagen, el comprobar cómo se producen centenares de publicaciones, incluso miles, en las que las ilustraciones brillan por su ausencia. Tomos que suelen valer precio venta al público los 20 euros, con centenares de páginas, y que con suerte incorporan en la contraportada la foto carnet del autor/a, y gracias.
Para determinados géneros como los de costumbres, enredo, romanticismo, incluso algunos de tipo biográfico, les podemos asegurar que los autores o mejor los editores, podrían comprar en propiedad, no ya alquilar, todo el aspecto de imagen por el precio que representan dos ejemplares a la venta. Quizás algunos lo intentan y acuden a determinadas agencias especializadas, donde por una postal romántica de aquellas que los franceses llaman de “fantasia” -generalmente las más baratas por la extraordinaria producción que se dió en su momento álgido de cien años atrás-, les pidan una fortuna llevados por una abusiva especulación, pero los que tenemos colecciones y archivos, les aseguramos que por un montante insignificante les podríamos facilitar 20, 30, 40 imágenes del tipo grabados, fotografia o pintura, de cualquier temática, con las que vestir y dar “vida” a cualquier obra literaria.
Algunos no cuidan la imagen, y con ello pierden lectores potenciales, sobre todo los de menor edad, acostumbrados como estan a haberse iniciado en tan importante actividad o afición del leer, a base de tebeos y todo tipo de historietas ilustradas. ¿Algunas editoriales lo hacen por ahorrarse 40 o 50 euros?, ¿o quizás porque desconocen dónde existen “manantiales” de imágenes?. Quien necesite información al respecto, ya lo sabe.
Xavier